Sor Celestina Cillario

El 25 de febrero de 1904, nace Sor Celestina Cillario Valletti en Dogliani (Cuneo) Italia. Sus padres Giacinto Luigi y Fileppina Valletti. Recibió el bautismo en su ciudad natal, un día después de su nacimiento: el 26 de febrero de 1904, y la confirmación en Pineiro Avellaneda, Argentina, el 02-04-1913.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, su familia emigra para la Argentina. Celestina contaba con 16 años, abandona con nostalgia su querido Piamonte (Italia), junto con sus padres y hermanos, partiendo hacia una nueva patria, donde permanece por espacio de tres (3) años. A los 21 años regresa a Piamonte en compañía de sus padres y solo una hermana, quedándose en Argentina el resto de sus hermanos.
De nuevo en su país natal, decide hacerse religiosa para servir a Dios y al prójimo con todo el ardor de su corazón. Quería entrar en el convento de las Hermanas Consolatas, pero no fue así, se equivocó cuando iba de camino con su hermana, y en lugar de ir a dicho convento, llegaron al Santuario de María Auxiliadora sin saber por qué. Papá Dios tiene sus caminos, con ese encuentro inesperado es llamada a formar parte del monumento vivo a la Auxiliadora.
Su vocación nace de su profundo amor a Dios y para dar servicio a los pobres. Es así como fue admitida al postulantado en Turín, el 31 de enero de 1932, haciendo su primera profesión en Casanova, el 05 de agosto de 1934. Con apenas un año de profesión, es enviada a nuestro país en calidad de misionera (1935), Dios le pide un nuevo desarraigo y esta vez, su tercera y definitiva patria es Venezuela. Llegó en un vapor por el Puerto de la Guaira (el 16 de septiembre de 1935) y en la Compañía Guipuzcoana hizo los trámites para ingresar al país del que nunca se iría. El 05 de agosto de 1940 toma los votos perpetuos en la ciudad de Los Teques.
Su peregrinar por Venezuela, se inicia en la Obra del Buen Consejo en Caño Amarillo, Caracas, en donde impartió por cinco (5) meses clases de Kinder. De allí fue trasladada a la casa de María Auxiliadora en Yaracuy, donde permaneció desempeñando la misma función durante un año y luego pasó a Mérida, laborando como docente por espacio de tres (3) años, en el Colegio Inmaculada. Seguidamente retornó a Caño Amarillo donde prolongó su estadía por un lapso de veintiséis (26) años, dando clase en 1°, 2°, 3° y 4° grado, asumiendo el rol de Ecónoma de la institución. Después fue enviada por siete (7) años al colegio María Auxiliadora de Macuto, allí trabajó con mucho entusiasmo ganándose el aprecio de los alumnos, padres y representantes, de las autoridades escolares y del gobierno local. Luego pasó a Coro, desempeñándose como maestra durante un (1) año y luego es cambiada a la Casa San José en la Avenida San Martín de Caracas, permaneciendo allí seis (6) años. En 1977, debido al cierre de dicha casa, la destinan para el Colegio María Auxiliadora de Los Teques, donde permaneció por un largo periodo de veintiocho (28) años y el 07 de julio del 2005, a las 4:30 p.m., pasa a la eternidad colmada de muchos frutos.
Sor Celestina fue una hermana de profunda piedad, llena de fe, profesaba una gran devoción a la Virgen María Auxiliadora, era su todo, su consejera, la trataba como a su propia madre, todas las fiestas de la Virgen y todos los 24 de cada mes, hacia algo especial en su honor. “Es tal su abnegación hacia los más necesitados, que a sus cien años de edad con lucidez y sus energías debilitadas continuaba organizando dichas ayudas, cual crucibolus lleno de amor que se derrama hacia todo aquel ávido de ayuda material y espiritual. En su transitar por los diferentes planteles salesianos, realizó su Misión con la sencillez propia de quien no hace distinción de servicios: organizó huertas, fue Maestra, Catequista, Ecónoma, se organizaba para conseguir becas para las niñas tanto internas como externas, siendo su principal colaboradora la Directora del Consejo Venezolano del Niño. Asimismo consiguió muchas ayudas para sus obras sociales. También se desempeñó como portera, enfermera, jardinera y cocinera. Tenía tres (3) armarios para organizar las donaciones, uno con ropa, otro con comida variada y el último con pasta, harina pan y maíz; con éstos, preparaba las bolsas para los más necesitados, éste era su modo de hacer viva la opción por los más pobres.
Cabe destacar que a través de pequeñas donaciones, ventas de hortalizas que cultivaba en su pequeño huerto, ventas de heladitos y raspados que ella misma hacía, entre otras actividades, logró adquirir para la congregación un terreno contiguo al colegio ubicado en Macuto, y así extender la obra social que se venía realizando en dicho colegio.
Venezolana de corazón se nacionalizó, pero era una verdadera venezolana; estaba al tanto del acontecer nacional, leía a diario el periódico y oír las noticias la mantenía conectada a la realidad más amplia del pueblo que hizo suyo. Siempre acogió con gran amor y cariño a los niños más pobres, colmándolos de sabios consejos, que sin duda, ayudaron a muchos niños a lo largo de su vida, pues supo sembrar los verdaderos valores para que fueran “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
Fuente: Entrevista a Sor Carmen Colmenares